Hagan un esfuerzo por recordar los tochos que han tenido que memorizar para
exámenes que en breves horas olvidarían (y lo mal que lo han pasado). ¿Incoherente? ¿Quién como profesor/a no ha puesto un
examen? ¿Tal vez para mejorar el
estatus de nuestra área?
Desde visiones
positivistas, compañeras/os realizan exámenes

tipo test para ofrecer
objetividad. ¿Pero quién selecciona las preguntas? ¿Quién decide qué es lo más importante? ¿Quién da valor sobre 10? Otras personas intentan resolver bajo las más inverosímiles formulaciones matemáticas las calificaciones: 60% procedimental, 30% actitudinal y 10% conceptual; los clásicos "tontos por cientos". Cómo si lo hiciera más
justo. ¿Confundida/o?

En Educación Física se suma la orientación hacia el
rendimiento físico amparado incluso desde las
Universidades con las antiguas pruebas de acceso a los INEF, o en la educación obligatoria con los
test físicos (ej. baterías EUROFIT).
Desde la
época industrial la evaluación se limitaba a la comprobación de la consecución de los objetivos: Sí/No. Hoy en día la escuela acepta o desecha también los "tornillos" que están bien o no: "tontos-listos", "vale o no vale"... Vivimos en una escuela de masas, como en la revolución industrial, donde por ejemplo un profesor/a de EF puede tener más de 300 alumnas/os. Si me cuesta memorizar todos los nombres varios meses, cómo valorarlos de manera individualizada. No obstante, aunque la
ratio es un factor importante, algo se puede hacer.
A mitad del siglo XX se da un
movimiento crítico donde la evaluación comienza a adquirir concepciones como: criterial, formativa, de proceso,
cualitativa, reguladora para la toma de decisiones...
Sería fundamental diferenciar evaluación de la
calificación. Aunque esto nos llevaría a un debate mayor, podemos resumirlo en que la evaluación debe tener una intención
educativa, mientras que la calificación es una obligación de la Administración inventada por los intereses
políticos para mantener el "statu quo". Además, no tiene valor pedagógico.
López Pastor, Mojas Aguado y Pérez Brunicardi (2003) diferencia dos claras racionalidades (modelos de pensamientos que condicionan la forma de entender) en la educación en general y, en particular, en la evaluación:
técnica y
práctica. De manera sintetizada lo aclararemos con las siguientes reflexiones:
¿Para quién evaluar?
Según la racionalización técnica, las "expertas" toman las principales decisiones dejando la evaluación al servicio del
poder; mientras que en la práctica se busca la máxima participación del
alumnado en la toma de decisiones.
¿Por qué evaluar?
Desde la racionalización técnica se traslada la
reproducción social, cultural, ideológica, política y económica, donde al alumnado se le clasifica, jerarquiza y selecciona. La evaluación es un sistema de sanción, control y poder para el profesorado.
En el pensamiento práctico se busca la coherencia educativa con el análisis desde la reflexión y diálogo entre iguales, propiciando la comprensión y ayuda solidaria como motor de
cambio y mejora hacia valores de autonomía, responsabilidad y civismo democrático.
¿Para qué evaluar?
En la racionalidad técnica se intenta conocer el rendimiento del alumnado, informarle de su progreso, calificar, clasificar e incentivar, pronosticando sus posibilidades. Desde la práctica, se pretende diagnosticar para partir desde las posibilidades del alumnado; como instrumento de aprendizaje y regulación en la toma de decisiones; así como investigar en la eficiencia del proceso de enseñanza-aprendizaje.
Apostamos por una evaluación educativa (formativa) que tenga en cuenta a la mayoría de los agentes educativos (alumnado, profesorado, familiares, claustro, entorno cercano...), con propuestas como la evaluación recíproca entre iguales, la compartida entre el profesorado y el alumnado, con la finalidad de llegar a la autoevaluación (Fernández Balboa, 2005), utilizando una gran diversidad de instrumentos: diarios, cuestionarios con rúbricas, fotografías, entrevistas...
Con esta entrada hemos querido mostrar la tradicional racionalidad tecnocrática en Educación Física, ejemplificada en este caso con la evaluación, denunciando la contribución a “una realidad socialmente construida en la que determinadas ideologías, discursos y prácticas opresivas y antidemocráticas se reproducen y legitiman sin apenas crítica o consciencia” (Muros, 2006:34), aportando alternativas para una Educación Física más digna y democrática.